En otro tiempo,
yo quería ser la novia del chico más malo
de un pueblo lejano y ajeno a mí.
En ese entonces,
los canallas te adoraban
como si fueras una exótica princesa rusa,
Y de un día para el otro,
soltaban tu mano en la calle
cuando pasaba una más tonta.
Cortaban con vos, así nomás,
con la mano y con un fierro,
que te clavaban en la muñeca, primero, y después en la garganta.