Nadando como si nada


Cuando era chica tuve un pez que se suicidó. Yo tendría unos 8 o 9 años, o tal vez más, ya nadie podría saberlo.  Lo habían traído hacía unos días y lo habíamos puesto en una pecera chica, en el lavadero.  Lo ubicamos junto a una ventana cuyo vidrio era esmerilado, así que el bicho ni siquiera llegaba a tener vista al departamento de enfrente.  No se quejaba, ni parecía advertir su lamentable suerte. Al contrario, se lo veía tranquilo, nadando como si nada. No flotaba ni lucía cansado, su naturaleza lo hacía moverse mecánicamente.
Ese día mi vieja estaba cambiando el agua de la pecera y la ventana estaba  abierta.