José Motorola se la come y sus empleados se la dan

No sé cuanto tiempo pasó desde que los celulares se volvieron objetos invisiblemente asimilados en la vida de las personas. Lo que sí sé es que por no tener celular, he recibido todo tipo de comentarios de amigos y famila acerca de "lo loca" que soy por no tener uno. Mi hermano me dijo varias veces que no entiende por qué me resisto tanto. Lo curioso es que el hecho de no usar celular nunca fue para mí un acto de resistencia, sino una cuestión relacionada al simple hecho de que, por cómo está estructurada mi vida, nunca sentí la necesidad de comprarme uno.

La verdad es que después de tanto comentario, en alguna oportunidad elaboré un discurso anticelular para divertirme ante mis amigas, esgrimiendo argumentos relacionados con lo mucho que se están beneficiando las empresas que cobran por estos servicios tan caros en nuestro país, pero insisto en que nunca fue una cruzada.
Mi vida cotidiana laboral se compone de actos como ir a dar clases o darlas en mi propia casa, ir a la radio una vez por semana, llevar los imanes que diseño a los negocios de vez en cuando, y no mucho más. Si alguien necesita comunicarse conmigo es muy sencillo. Siempre estoy "ubicable", así que para laburar, no es indispensable ni mucho menos.
Hace aproximadamente un mes me sucedieron una serie de cosas que me hicieron dar cuenta no de que lo necesitaba (la verdad es que no lo necesito), pero  de que para determinadas situaciones era un objeto que me podía llegar a ser útil. Una vez había acordado con mi vieja en pasarla a buscar por el hospital a cierta hora y yendo para allá quedé atrapada en un túnel cerca de casa (hubo un choque y el tráfico no avanzaba ni un centímetro). No tenía opción de salir y caminar a buscar un teléfono público, y cuando pude zafar, tampoco encontré teléfonos que funcionaran en un trayecto de 15 cuadras. Esa vez, pensé en que en esa situación era práctico.
Bien, como decía, hace un mes noté esto y me compré uno para poder usarlo de vez en cuando, en algunas circunstancias.
El primer día, lo enchufé tal como me indicó el vendedor para darle una supercarga de 24 horas. Lo prendí una semana después por primera vez, y lo tuve en "on" durante dos horas. A los cuatro o cinco días lo volví a encender y también lo usé por un período muy breve. La cuestión es que cuando intenté volver a cargarlo, unos 15 días después, no funcionaba.
En ese momento me enteré de que el cargador nunca había funcionado porque en el momento de la carga, el teléfono debía encender una luz y eso nunca había sucedido, ni siquiera la primera vez. Bueno, no soy una experta en el tema y si bien mi sentido común de la tecnología me hizo sospechar que algo pasaba, no pensé que un aparato nuevo podía llegar a estar tan roto de movida.
Entonces, fui al negocio donde lo había comprado para explicar esto y una vendedora muy jovencita, me dijo que por haber pasado ya un tiempo prudente, ellos no se hacían responsables, así que tenía que ir yo a llevarlo al servicio técnico. Ok. Me la banqué porque no valía la pena discutir con nadie y porque me había colgado un poco con los días.
Averigué por el servicio técnico. Lo llevé. Me dijeron que llamara al día siguiente a x número. Llamé, me dijeron que le habían cambiado no sé que mierda y que podía pasar a retirarlo el sábado. El sábado a la mañana fui a buscar el bendito aparatito y ahora viene lo que quiero contar.
Traslado la narración al tiempo presente para que la situación cobre un matiz de mayor realidad, ustedes puedan acercarse mejor a la anécdota y la vivan como si hubieran estado paraditos ahí, en la fila detrás mío.

Una empleada de Motorola me recibe preguntándome si estaba para comprar algún accesorio, a lo que respondo que no, que necesitaba retirar un teléfono. Campechanamente me contesta: "Estamos sin sistema, no vamos a poder encontrar cuál es tu celular, vas a tener que volver el lunes", sin pedirme ningún tipo de disculpas, ni ponerse en el lugar de que yo, un sábado a la mañana, me encontraba en la desagradable tarea de ir especialmente hasta ese lugar porque ellos me habían dicho que fuera, y que tal vez yo no tuviera tiempo para pasar por ahí el lunes, o que tal vez yo no quisiera ir el lunes, o que tal vez yo fuera una freak del celular y no pudiera vivir sin él ni por un fin de semana.
Así que como se imaginaran, mi reacción fue de lo peorcito. La verdad es que yo sí puedo ir el lunes y no me importa no tenerlo un fin de semana, es más, seguramente no lo habría usado de tenerlo. Pero que una pseudoempleada de Gasalla me trate así como si yo fuera un muñeco noooooo.
El otro empleado, para colmo, se puso a repetir su perolata de excusas por las que ellos no tenían la responsabilidad, diciendo que si yo hubiera ido un día de semana no habría pasado nada de esto porque ellos durante la semana tienen personal técnico para solucionar la caída del sistema. A lo que yo devolví (exactamente así como lo transcribo) que eran ellos los que me habían dicho que fuera y que yo no tenía la culpa de que José Motorola fuera un tacaño que no quiere garparle a sus empleados técnicos para que laburen el sábado y que eso era un problema que no me concernía.
A ver, muchachos, ¿ustedes advierten que esta persona me estaba transfiriendo el problema de su empresa multinacional y multigarca a mí? Bueno, este pibe no se daba cuenta. Porque no sólo me dijo eso, sino que además la remató con un "los sábados el local funciona de guardia y es por eso que no hay nadie para arreglar el problema, es más, dentro de poco va a estar cerrado los sábados". ¿¿¿Quéeeee??? ¿¿¿Pero qué son??? ¿¿¿Un hospital que están de guardia??? Paráaaa. En la puerta hay un cartel que dice "Lunes a Viernes abierto de 10 a 19 y sábados de 9 a 13", así que no me vengas con eso de la guardia. Será para vos una guardia, para mí no, le respondí.
A pesar de esta actitud, yo no soy una persona de armar quilombo y decir las cosas de mala manera, menos con empleados que yo sé que están ahí 18 horas por día cobrando poca guita y lavando día a día su cerebro. Pero es este último punto creo, lo que me saturó.
Cuando a esos pibes les pasa lo mismo que a mí (y como vi que pasaba con toda la gente que atendían en otros mostradores), ellos se dan vuelta y se van sin decir una palabra. Dejan que otro, igual o más quemado que ellos, les diga con la remera que dice bien grande MOTOROLA: "seguí participando", sin tener la deferencia de pedir disculpas en nombre de la misma compañía que ellos están tan orgullosos de representar.
Si cuando yo llegué, hubiera encontrado a alguien que con toda su cara de yo soy sólo un empleado me hubiese dicho: "mirá, te pedimos disculpas por haberte hecho venir hasta acá un sábado a la mañana, surgió un problema y no lo podemos resolver, pero dejanos tus datos que te llamamos el lunes y vemos como hacemos", me la hubiera comido. Un tipo que estaba en la otra cola, encima, le dijo a la otra empleada en voz alta para que yo lo escuchara "es difícil trabajar así con personas que maltratan". Increíble. Estamos todos recontracogidos.
Quiero aclarar que el teléfono me importa tres pitos, pero que la gente esté tan acostumbrada a que la forreen, no. No escribo esto para putear a Motorola, no me interesa. Lo hago porque si bien ahora que lo cuento puede parecer obvio, me parece que la gente está cada vez más engrampada. Es como si estuviera viendo a los Motorolas del mundo como humanos gigantes con tuppers en la mano, encerrando a todas las personas y poniéndoles la tapa, dejándolos con su mundo, su aparatito, su empleado que les dice "andate", es tu culpa, ¿para qué viniste un sábado a romperme las bolas?

No hay comentarios.: