Ovejita dime tú...

Elegí este título para el blog en un gesto impulsivo. El nombre me vino a la cabeza y, como sonaba bien, quedó. Cuando intenté recordar las razones de su aparición, entonces comenzó la práctica del retorcimiento. Ese juego (que tan bien aprendí a jugar en la universidad por razones de supervivencia) consiste, ante todo, en lograr una idea o un sonido que taladre un poco. Y recién luego vienen las justificaciones de todo tipo. La auténtica verdad es que hace un par de noches estaba en mi cama pasando por ese estado previo al sueño que no es precisamente la somnoliencia, sino el puro pensamiento (de las acciones del día, las de mañana, lo que le dije a tal y lo que le debería haber dicho, esa canción que escuché y no recuerdo su nombre, etc.) cuando de repente, sin nigún motivo visible, se me cruzó por la cabeza la imagen de unas simpáticas ovejas azules que me hablaban y me comentaban algo (muy privado, así que no lo voy a hacer público) sobre mi vida. Un flash que duró unos segundos y luego no volvió. A esta altura del partido, cuando me ocurren este tipo de cosas, no me sorprendo. Muchas veces me sobrevienen imágenes inexplicables en cualquier momento del día, por lo que cada vez me siento más parecida a la protagonista de Ally McBeal con sus fantasías pelotudas. Es una lástima no poder sacarle nada a la situación, no soy una poeta ni enloquecí -por ahora-. Así que -por ahora- me limito a nombrar al blog "ovejitas azules" y a buscar excusas para esto: la sonoridad, el juego de palabras, la fantasía de que el rebaño cambie de color (también se podría llamar "ovejitas psicodélicas"), lo onírico que nos sugieren estos animalitos, la satisfacción de ser, en algo mínimo aunque sea, la oveja descarriada, etc. Se podría continuar perfectamente por este camino... ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Maia Maia era una ovejita o una abejita?